sábado, 26 de enero de 2013

Ni las palabras son buenas, ni la falta de ellas algo malo.


A lo mejor algunas personas no te dicen todos los días lo mucho que te quiere, incluso es posible que no te lo hayan dicho nunca y a lo mejor otras personas son las que te lo dicen todos los días o las que más te prometen, ésas que se refugian en un 'para siempre' para conseguir tu amistad. ¿Qué más da que una persona no te diga lo mucho que te quiere? No siempre el que más dice es el que más demuestra, algunas veces hay personas que te quieren, que te quieren de verdad, pero nunca te lo dicen, simplemente están ahí cada día, le cuentas tus problemas, te ayudan y siempre te sacan una sonrisa, hasta en el peor de los días. Muchas veces estas personas, que son las que te acompañan cada día, son las que tienen que curar las heridas de los que dicen que tanto dicen que te quieren y tantas vidas y cosas bonitas prometen. 'Las palabras se las lleva el viento', bien cierto que es. No siempre esto es verdad, hay personas que te quieren y te lo dicen y también están siempre ahí. ¿Pero qué más da si te lo dicen o no? Lo importante es lo que se demuestra, ¿qué más da si alguien te dice que va a estar ahí para siempre? Es más, es probable que no sea verdad y que en cuanto estés un día sin hablarle intente demostrar que tiene más orgullo que tú y no te vuelva a hablar. ¿Entonces, de qué nos sirven las palabras? Hechos, todo el mundo quiere hechos y algunas veces hasta la persona en quien más confías, a la que has creído que todo lo que te decía era cierto, esa persona desaparece. Las palabras fallan, lo que se demuestra no. Entonces, justo en ese momento te das cuenta de los que están ahí, de los que ya llevan bastante tiempo ahí, de los que les duele más verte mal a ti, que estar ellos mal. A esas personas se les debe la vida, esas personas que te hacen sonreír cada día y olvidar los problemas.. ¿qué sería de mí sin ellos? Personas que me hagan reír y ser feliz, eso es lo que quiero. El problema de todo esto es que muchas veces te equivocas y confías en quien menos debes, en quien más daño te va acabar haciendo solo por creer en sus palabras.

sábado, 23 de junio de 2012

Entonces ocurre, llega el puto verano.

Después de nueve meses, llega ese día ese 22 de junio, el último día en el que estamos todos juntos pasando buenos momentos, buenas risas, un día espectacular, pero entonces miré el reloj y vi la hora, no lo podía creer habían llegado las 7.30 pm. Eso solo significaba una cosa: que ella se tendría que ir a coger ese tren que nos separaría durante tres meses. El tren salía a las 8.10 pm. deberíamos darnos prisa, teníamos que acompañarla para despedirnos de ella, y estar allí a tiempo, sabíamos que teníamos un largo camino y que si no íbamos rápido perdería ese tren y eso era algo que no se podía permitir, ante todo y entre lágrimas ella tenía que coger el tren, entonces en ese momento me di cuenta de esa unión que había entre todos, que cuando de verdad se quiere a alguien no importa ni la distancia, ni el cansancio ni nada, nuestro objetivo era llegar a despedirla todos juntos y allí antes de las ocho y diez. Era difícil, pero estando todos juntos lo pudimos conseguir, todos y cada uno de nosotros lo logramos. Después, llegó el tren, aquel en el que se podía leer el cartel de: Salamanca-Valladolid. El tren no llegó a la hora, hubo que esperar un poco, pero lo importante es que llegamos a tiempo, el recuerdo, aquel abrazo en ''piña'' que nos dimos todos al lado de las vías del tren. Así ella se subió al tren, todos nos agarramos al pie de las vías y escuchamos y cantamos aquella canción. La mayoría de nosotros no pudimos evitar esas lágrimas que nos resbalaban la cara. Y arrancó aquel tren mientras ella miraba por la ventana diciendo adiós. Hora, 8.25 pm. debíamos estar antes de las nueve en el lugar del que habíamos salido, teníamos poco tiempo, pero teníamos que conseguirlo, no podíamos permitir estar tres meses sin ver a esas personas sin antes darles un abrazo, era como una carrera, teníamos que conseguir llegar a la meta, cruzando en rojo, esquivando coches como fuera, pero había que hacerlo. No pienses en el cansancio, no mires atrás, hay que llegar. Una vez más, todos juntos lo conseguimos y de sobra, con un cuarto de hora de antelación, pero llegaba de nuevo ese momento, la despedida, entre lágrimas, abrazos y consejos. Eran aproximadamente las nueve y media y ya se habían ido casi todos, solo quedábamos cinco, así, hubo más de lo mismo.. más lágrimas y abrazos, bonitas despedidas, para saber que esperaremos hasta que llegue ese septiembre, aunque no estaremos todos juntos, pero eso sí, nuestras tardes de los viernes no nos las quitará nadie. Miré por última vez el reloj y vi esa hora, las 22.00, ya debería estar en casa, ''Me tengo que ir'' -dije.